ESPAÑA 2 ARGENTINA 1

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VERSIÓN PERIODISTICA ARGENTINA

España juega de memoria. Argentina, de amnesia. España vive. Argentina sobrevive. España sabe a qué juega. Argentina sabe que esto ya no es un juego. Y el Mundial no perdona... La falta de identidad ya se hace agobiante cuando el que está enfrente tiene DNI, pasaporte y hasta libreta de enrolamiento. Del Bosque prosiguió la idea de Aragonés y el 4-1-4-1 forma los dibujos que se les ocurren a los pistones que salen y entran por las espaldas de los volantes rivales. Maradona no continuó la idea de Basile ni aportó una suya y el 4-4-1-1, en situaciones alarmantes como las del PT de ayer, se transforma en 1-1-1-1...: todos dispersos bailando al compás del rival, sin presionar, sin esperar con la pelota, sin poder jugar más de dos minutos en campo contrario.

Cuando Xabi Alonso parecía el Beto; Iniesta, Bochini y Silva, Brindisi, ningún argentino parecía él mismo. Si quieren aprovechar el tiempo, como dicen, que hoy mismo vean esos 45 minutos de España: fútbol total contra el total sin fútbol. Y eso que, como dijo Tevez, los bajitos jugaron fulbito. Porque si además de anchos hubiesen sido profundos, hoy se hablaría de papelón.

El doble turno ya no es sólo una asignatura pendiente de Maradona. Mascherano y 10 más (¿seguro son 10 más?) van a tener que hacerse cargo. Y entender que volar de Ciudad del Cabo a Buenos Aires es mucho más doloroso que hacerlo desde Montevideo. El problema ya no es la presión: es la circulación, el corazón (afortunadamente responde), el cerebro, las articulaciones. Relajado por la clasificación, contra rivales que no marcan como los sudamericanos, Messi se hace cargo del penal pero no supera las lagunas que lo hacen un jugador 10x1. Y no es que se mueva en una decena de metros cuadrados sino que aparece un minuto cada 10. A él también le servirá observar la constancia de Silva, Xavi, Xabi Alonso e Iniesta. Ellos sí ya son patrones. Leo, con rendimientos como los de Madrid, sufre como un peón.

Messi no cambia y Maradona, tampoco: volvió a dejar dudas en el armado de la defensa (si un central como Coloccini juega en un costado, la salida deber ser Ansaldi) y en los relevos. Higuaín no debía salir como el toqueteo de España no debía sorprender. Si hasta Benjamín sabía qué iba a intentar la Roja. Correr detrás de la pelota, a Argentina la llenó de impotencia: seis amarillas y tres penales suponen el mismo riesgo que producirle más situaciones de gol a la selección del momento que a Uruguay y Paraguay juntas y no concretarlas.

En Sudáfrica, por los arbitrajes, sería furia de rojas. En Madrid fue Furia Roja. Pero Argentina se lo tiene que grabar: España te perdona; el Mundial, no.





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VERSIÓN PERIODISTICA ESPAÑOLA



Si la final del Mundial hispano-argentina con que sueña Del Bosque se produce no será muy diferente al partidito de ayer. Diferente será el arbitraje, claro. Por hacérselo corto: el tal Kelly se comió tres penaltis a favor de España, le pitó uno en contra que no fue y, lo peor, consintió decenas de patadas argentinas que no se tolerarán en Suráfrica. Pues pese a todo eso, España ganó el partido. El dato queda para reflexión de Maradona y cía: ni sacando del campo a la Roja pudieron ganarla. Argentina tuvo cerca el empate, pero mostró la cara de las eliminatorias: no levantó para nada su juego, sólo reinó en el "otro fútbol": tampoco le sirvió para ganar.

España jugó, Argentina pegó, eso pasó. El primer tiempo nos dejó media hora primorosa por parte española, una sinfonía de Iniesta y Silva y el gol del ayer excelente Xabi Alonso. Ese tanto fue la mejor expresión del equipo: en la jugada intervinieron a un toque Silva, Iniesta, Xavi, Silva y Alonso, que apareció para remachar el despeje corto del meta Romero. Busquets era titular y no Cesc, buscando Vicente más músculo en la zona ancha. Le salía bien: llevábamos un cuarto de hora de partido y la posesión era un 75-25 para los nuestros. El baile duró otro cuarto de hora hasta que Argentina decidió que ya estaba bien, le pareció que la burreaban toque va, toque viene, y sacó el hacha. Lo que repartieron Heinze y Gago, sobre todo, fue tremendo.




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